Una historia de superación y autoconocimiento de Inés Ponce
La travesía de la montañesa Inés no terminó una vez recorridos los senderos de esperanza —como siempre, en compañía de Jorge— y cosechados todos los frutos necesarios para seguir luchando contra el cáncer en forma de gran número de libros vendidos, porque las batallas con tanto en juego no deberían tener un final.
Porque el abrazo de Jorge no ha perdido ni un ápice de fuerza, ni de confiabilidad y tampoco de calidez, ni su figura ha dejado de ser tan necesaria como perceptible. Porque sus manos de médico han desaparecido del plano físico, pero siguen sujetando tablas y cuerdas para que nadie pueda perder el norte en un mal giro y acabar desviándose de la senda. Siguen haciendo lo posible e imposible para curar heridas y sanar corazones, también, desde la aragonesa Jaca hasta la sueca Smäland, y van dejando un rastro de amorosas huellas vivas.
El corazón de su gran compañera de aventuras y los de sus tres hijos ya adultos, siempre unidos al suyo por un hilo tan invisible como indestructible, constituyen absolutas prioridades. Porque el amor, como la energía montañera, es inmortal.
Sinopsis
Jorge se volvió inmortal gracias al libro en que Inés narra el inicio de una nueva travesía vital desprovista de su abrazo físico. Gracias a esta segunda entrega, junto a ambos y a lo que ha implicado cada cima alcanzada, descubrimos que la esperanza puede invitarnos a rebrotar de muchas maneras.
Entendemos que la mayor de las cimas alcanzadas vio nacer a Cristina, Paula y Santiago, quienes han necesitado la guía de la montaña para serenarse o el susurro inspirador de la naturaleza para idear la configuración de un cuadro, a lo largo de sus veredas personales.
El recuerdo de Jorge ha estado y estará siempre ahí, y ellos siempre sabrán acudir a él. Intuimos que, a través de microrrelatos, fotografías y pasiones, Inés logra propagar ese calor familiar que nos envuelve y nos empuja a formar parte de su universo y de su lucha.
Microrrelatos de los que podemos extraer una enseñanza también universal: debemos seguir avanzando sin dejar de cuidar de lo que nos rodea. Y una lucha que acabamos percibiendo nuestra: la que implica la protección de la vida y la biodiversidad —opuesta a la destrucción de valles como Canal Roya, en el Pirineo aragonés—.
Sobre la autora
Inés Ponce Giménez ya nos sorprendió en su día con una sensibilidad fuera de lo habitual, un amor incondicional hacia la montaña y hacia cierto deporte de invierno que puede practicarse en la misma, y un afán por compartir vivencias y victorias.
Ahora, le añade a esa firme voluntad de subir hasta el pico más alto y, desde allí, gritar a los cuatro vientos "¡sigamos adelante!" más recuerdos, más viajes y más relatos cortos que, aunque de ficción, no han sido menos directamente extraídos de su corazón.
«Huellas vivas» llega tras los senderos de esperanza que inmortalizaron a Jorge, además de a los admirados paisajes pirenaicos y algunos lugares de Suecia, hogares tan diversos como similares para aquellos que son un poco de aquí y también un poco de allí.
Porque aunque la carrera de esquí de fondo de Inés —una especie de Vasaloppet personal, en su versión extendida de muchos kilómetros— la haya llevado a toparse con un tramo físicamente más solitario, nada le impedirá seguir brindando por la vida.
Y sus lectores y lectoras brindaremos con ella, pues su espíritu acogedor nos arropa. ¡Sláinte!




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