Quimera. El viaje esperanzador de un paciente trasplantado
Una novela de Miguel Quemada
Los lectores que no hayamos profundizado en las acepciones que van más allá del mito griego imaginaremos a Miguel como un ser híbrido con cara de pocos amigos. Con más de una cara de pocos amigos, de hecho, pues la quimera clásica es una bestia terrible con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente o dragón.
Al principio solo vagaban por los pueblos de Asia menor, aterrorizando a sus habitantes y engullendo animales, pero gracias a la medicina moderna ya van estableciéndose a lo largo y ancho del mundo.
Dicha medicina también ha conseguido transformarlas en seres humanos funcionales y agradecidos, preparados para disfrutar de la nueva vida que un órgano vital externo les ha otorgado. Quemada, uno de los tantos individuos que han escapado a la muerte de la mano del progreso —una quimera—, no se ha quedado con el violento significado del mito clásico: las páginas de esta novela con matices autobiográficos exploran cada una de las lecturas positivas que ya pueden dársele a una historia que, hasta hace muy poco, se consideraba cruel y horrenda. Consideración que no admitía otros enfoques.
Sinopsis
Porque el XXI es el siglo de las quimeras, y a día de hoy las hay en cualquier país.
Poco importa quién sea el individuo: un pintor en pleno bloqueo creativo que imparte clases de historia del arte y dibujo en un instituto del centro de Madrid, al que avisan de que el análisis de sangre incluido dentro de una revisión médica puntual no ha salido bien y debe repetirse en el hospital; una doctora precisamente especializada en hematología y oncología, aficionada a la aviación ligera, que nunca ha descansado del todo bien y a eso achaca su creciente malestar; un joven nacido en Argentina y habitante de Israel desde los diez años, que no entiende ni las dificultades que tiene su gente para aceptar a los palestinos ni el rechazo que demuestran sus médicos ante la viabilidad del trasplante de un órgano vital donado por un joven del territorio rival.
Tampoco resulta relevante que una quimera intente ganarse el pan ejerciendo como detective privado para una compañía de seguros madrileña o que otra lo haga labrando y cosechando junto a mucha más gente en una comuna agrícola israelí; lo importante es que sigan adelante. Que sigan demostrando que la horrible sensación dejada por el mito griego ha quedado en el pasado.
Sobre el autor
Miguel Quemada nació en Logroño durante el año 1964, y no es ningún monstruo horripilante.
Aunque fue María quien presentó una médula ósea del todo compatible con su organismo no deja de agradecer el apoyo que le brindaron sus hermanos y hermanas al completo, y que no decayó en ningún momento tras el diagnóstico de su leucemia mieloide aguda.
Tampoco deja de aprovechar su imaginario de catedrático especializado en el área de agricultura y cambio climático para hacernos viajar hasta Ramat David, en Israel, ni el recuerdo del sufrimiento pasado para convencernos de que la violencia jamás nos llevará a la comprensión de lo que no entendemos.
Por supuesto, tampoco malgasta la oportunidad que se le ha dado y da fe de la quimera como animal creativo, con un libro suscitador no tanto de preguntas como de respuestas, muy diferente de los libros y artículos científicos que ha publicado hasta hoy.
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