Aquellos chicos rurales de La Yenka
Una novela de Daniel Villarroya
Ser de pueblo puede significar verse obligado/a a trabajar muchas horas a cambio de un sustento cada vez más limitado, morir aplastado/a por el tractor que ha allanado un sinfín de tierras a tu lado, llorar la marcha de la persona amada cuya familia ha decidido mudarse a la supuestamente más próspera ciudad… Puede significar algo tan inexplicable como baldear una campana en sueños, intentar torear a un cerdo o aprender a empinar el codo como nadie con no más de tres años de edad.
Pablo ("El colilla"), Lucas, Toñín y Miguelón, cuatro amigos que han crecido juntos en el turolense municipio de Cuevas De Almudén, protegidos por el agua milagrosa del río Caño e inspirados por la cima de la Picuruta —visto desde la cual el pueblo parece una olla gigantesca— jurarían que ser de pueblo significa tener el mundo entero a mano. Porque ni el mar de Valencia, ni los edificios emblemáticos de Barcelona, ni el salario para todos que dicen que ofrecen las grandes ciudades como estas constituyen elementos necesarios en su mundo de chopos mecidos por el viento, de ovejas que paren en verano, de corderos recién nacidos, de huertos y de nidos de pájaro escondidos en todas partes.
Sinopsis
Pablo ("El colilla"), Lucas, Toñín y Miguelón no conocen más mundo fuera de su pueblo que el que cualquiera puede ver a través del televisor del bar de Casimiro: los paisajes de la serie «Viaje al fondo del mar», las andadas de «Los Chiripitifláuticos», las rimas del negrito del África Tropical del anuncio de Colacao o los bailes del borrachín Quinito pregonando los beneficios de tomar Quina San Clemente.
Sin embargo, los protagonistas de este canto a la vida rural y a la infancia en general no dejan de preferir pasar sus tardes libres de colegio en las calles, en las eras o en las majadas donde duerme el ganado. Las opciones son poco menos que infinitas: correr a mangar ciruelos del huerto de su vecino Fermín; jugar a novias y novios o a maridos y mujeres con las chicas; montar un concurso para ver quién mea más lejos; ir en busca de los chopos más camuflados e intentar sentir la presencia de algún nido de cualquier ave autóctona o extranjera…
Una de tantas veces, en pleno desarrollo de esta última actividad, Lucas cae inconsciente ante la mirada tan perpleja como horrorizada de sus amigos. Y nosotros, los lectores, nos preparamos para atestiguar el paso de sus diez tiernos años de vida en el campo.
Sobre el autor
Este canto a la vida rural y a la infancia en general es, además, la cuarta novela que Daniel Villarroya Sangüesa edita con Angels Fortune [Editions].
Después de las andanzas de Dan, dueño de un mundo interior que descubrimos en «Un viaje al silencio», analizamos en «El camino silencioso» y definimos en «Dame una palabra», el turolense licenciado en Ciencias de la Educación se ha dispuesto inmortalizar las de cuatro chiquillos de diez años, que no dejan de reflejar su propia infancia vivida en Cuevas De Almudén, allá por los años sesenta.
Dicho escritor turolense de nacimiento que ha residido en Barcelona durante más de veinte años, para el cual —como para tantos— la vida en el campo tuvo que llegar a su fin, no se olvida de los vecinos a quienes la guerra marcó de por vida, ni de las habladurías que corrían de casa en casa, ni de las fiestas de San Roque y San Antón, ni de los castigos físicos en el colegio. Así es que acaba sacando a la luz un verdadero álbum de recuerdos de niñez hecho novela.
Una novela que te lleva a nuestro pasado reciente. Me ha encantado y los personajes, todos ellos, son entrañables
ResponderEliminar