Una novela de Carlos Rodríguez
Queda mucho por hacer, en el ámbito rural sobre todo… pero Carlos Rodríguez no es de los que creen que solo a base de dramas conseguiremos llegar a buen puerto. Porque para aprender a levantarte tienes que caer primero, sí, pero no estás obligado/a a sufrir lo indecible con cada caída.
Y tampoco es que en esta novela falten caídas, no: unas brujas que —literalmente— caen secas en los momentos menos indicados; las tías de Martín Ojeda, el actor de moda, que poco más y se parten el cráneo contra el suelo; una poción mágica que acaba absorbida por la tierra que alimenta a los cipreses del cementerio de Berrinches de la Infanta y facilita su transformación en robustos árboles con una forma muy peculiar…
Luego, para tratar las secuelas que estas y otras muchas caídas han dejado, hay interés, buenas palabras, bondad, calidez, dulzura, pasión y más magia. En Berrinches de la Infanta no falta nada, ni en los pueblos colindantes que se suponen pertenecientes a la provincia de Albacete, en la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha, tan hermosos como olvidados.
Mirad si no falta nada, que incluso al Señor Oscuro le pica la curiosidad con lo del movimiento Queer.
Sinopsis
Al famoso, querido, idolatrado, odiado y envidiado actor Martín Ojeda lo conocemos en el susodicho cementerio de Berrinches de la Infanta, del brazo de sus entrañables tías Crescencia y Delfina, cuando decide cargar con parte del peso del féretro de su hermano junto a un puñado de amigos del difunto.
Un hermano que, como tantos otros y tantas otras habitantes de pueblos pequeños, no llegó a entender que dos individuos del mismo sexo pueden querer amarse en paz. También allí conocemos a la Toni, cotilla oficial del pueblo y heredera de un objeto manufacturado por Davinia la Almorrana, seca esté, provisto de habilidades tan sorprendentes como la de predecir el futuro o la de crear y controlar algunos fenómenos meteorológicos. Un violento huracán que aparece y desaparece en diez minutos, por ejemplo.
Pablo entra en escena poco antes de que lo haga dicho fenómeno, y ahí ya tenemos a todos los protagonistas. Como a la trama de esta novela tampoco le falta nada, en sus páginas encontraremos desde verdaderas brujas hasta seres verdaderamente brillantes, y —con más o menos humor— recordaremos dramas que han marcado y siguen marcando vidas.
Sobre el autor
Dramas como los que truncaron el sueño del valenciano Carlos Rodríguez Garrido cuando aún no era más que un adolescente, y como los que más tarde lo instaron a no parar quieto.
En su anterior New York City flash. Los hilos invisibles nos confesaba que fue a cruzar el charco por pura curiosidad y volvió con una nueva familia bajo el brazo; en La Mancha Queer nos propone que nos perdamos entre verdes valles y ocres altiplanos quijotescos, que admiremos las calles y los históricos edificios de una preciosa parte de España que están obligando a vaciar. Y que entendamos que a veces la vida no nos coloca a alguien en las narices porque sí.
Nos anima a reconectar con el grupo de amigos o amigas abandonado, a confiar en los familiares que nos quedan y a llorar hasta que nuestras lágrimas sepan a caramelo.
Porque Rodríguez Garrido ha aprendido que nunca es tarde para ponerse a perseguir un sueño: once años dedicados a la Renfe no consiguieron que el escritor se olvidase de la literatura, y sus dramas tampoco.
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