Una novela de Javier Gómez Molero
Según Séneca, a veces es agradable cometer una locura. Que se lo digan a don Pepón, un tinajero tan humilde como analfabeto que en el fondo solo quiere ser libre. Él ya vive atrapado entre su orinal y las cuatro paredes que conforman un domicilio como otro cualquiera en la calle Quintana de Lucena, municipio donde nunca pasa nada.
Por lo que, si lo metieran en la cárcel, tampoco tendría que cambiar drásticamente de estilo de vida. Su único hijo, un obispo de tres al cuarto que en su día exigió que dos de las cuatro paredes del domicilio pasasen a cobijar una portentosa iglesia, siempre quiere más. Primero la atención de la Vicenta, su santa madre, y la de un ciudadano pobretón que no tenga nada mejor que hacer durante todos y cada uno de los días de la semana que ir a ejercer de monaguillo en su santuario.
Después la reliquia de un santo, ya muerto o aún vivo, colocada en su urnita de cristal a la vista de todos los feligreses, y precedida por una potente inscripción en latín. Por último, se le mete entre ceja y ceja la voluntad de hacerse con una de las tridacnas que decoran el templo de la ermita de la Virgen de Araceli.
Y aquí comienzan todos los males... Peores para unos que para otros.
Sinopsis
También en la calle Quintana vive un chiquillo llamado Saturnino, cuyo principal objetivo parece ser arrebatarle a su recién llegada hermana pequeña el protagonismo que alguna vez le perteneció solamente a él.
Mientras los esfuerzos de don Pepón por hacerle ver a su hijo que entre todos pueden construir una iglesia inigualable caen en saco roto, Saturnino se afana en esconder unos cubiertos de plata de desconocido valor sentimental, en quemar unos papeluchos llenos de unos, equis y doses y en plantar chocolate en el jardín de su casa.
Concha, antes su inseparable cuidadora y ahora también la de Lourdes, se ve obligada a prestarle más atención de la que su edad deja suponer que requiere. Pero ni por esas evita que Saturnino llegue a idolatrar peligrosamente tanto a don Pepón como al Obispo, a cuya misa suele acudir todos los jueves sin excepción.
Con don Pepón llega a sincerarse, a compartirle sus inquietudes relacionadas con el protagonismo perdido y el amor que cree que sus padres ya no le demuestran como antes.
De la Iglesia del Obispo anhela llegar a ser él el único monaguillo, quien sujete el incienso con una mano y con la otra le levante los faldones a su ilustrísima para evitar que se los pise y acabe rodando escaleras abajo. Para que uno u otro personaje se comprometiera a cumplirle el deseo, Saturnino haría casi cualquier cosa...
Sobre el autor
Esta vez, no como para la creación de la anterior El asesino del cordón de seda, el doctor en filología clásica y catedrático de latín Javier Gómez Molero no ha tenido que partir en busca de información.
Como el niño que se divierte enterrando onzas de chocolate en el jardín de su casa, el autor se ha criado en la que viene a ser la segunda ciudad más grande de la provincia de Córdoba.
De su portentosa imaginación han nacido muchos de los hechos que aparecen narrados en el libro, pero no todos. A diferencia del protagonista Saturnino, la tormenta que durante la tarde del tres de julio de 1961 sumió a Lucena en la oscuridad y la incomunicación, así como el tremendo aguacero posterior y el partido de fútbol que enfrentó a la Unión Deportiva Lucentina contra un equipo de la provincia de Málaga, existieron de verdad.
Anna Muxi
El nuevo "Cuéntame" de la Literatura. Imprescindible lectura.
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