He aprendido muchas cosas de Isabel Montes pero hay dos que las tengo muy presentes cuando comienzo a escribir:
«En la primera página de tu novela tienes que generar tres preguntas para el lector»
«Sin conflicto no hay historia»
Pertenecer a la gran familia de autores de la Editorial Angels Fortune me ayudó a abrir mis alas de escritora ¿Cómo? Obsequiándome con el 1er premio en la II edición de su Certamen relato corto ¿Dónde? En Córdoba ¿Culpable? Invierno. Os invito a leerla y comprobar si es una historia ganadora.
Mi recuerdo rememora un día tan especial en el que Isabel Montes dijo mi nombre a través de un micrófono delante de grandes escritores, todo un honor, pero en ese instante era María Jesús González la que se convirtió en escritora… Mi vida cambió a partir de ese momento, fue el empujón que necesitaba para empezar a escribir mi primera novela. Una historia que necesitaba salir de mi interior, una historia que tiene que ser contada y leída, una historia donde empatizar con la cultura de un país es algo básico para entenderla, una historia llena de sentimientos, risas, odio, lucha, venganza, sueños, amor. Estas serán palabras claves que la acompañaran en su viaje hasta el final…El nombre de la Editorial ya lo dice, un ángel bajó del cielo y me dio las alas que me faltaban para volar en mi sueño de estar escribiendo mi primera novela…Espero que su historia, cuando salga a la luz, también vuele hasta el infinito y más allá.
Gracias a todos.
María Jesús González
«Abrí la puerta, sigiloso. Enseguida me di cuenta de que algo no marchaba bien, Mariona aparentemente no estaba y no era normal a esas horas. Examiné la estancia, haciendo un rastreo con ojos de águila. Mi exploración se paró en su ropa, que iban formando un camino rumbo a nuestra habitación, como Hansel y Gretel habían dejado migas de pan a su paso, pero en este caso no había ningún ser vivo que pudiera borrar el rastro. Lo seguí y la sorpresa fue para mí. La ropa de la cama estaba revuelta, gracias a dos cuerpos que se regocijaban de placer encima de la tela, seguramente mojada por la fricción del deseo».
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