Gold Beach: el amor y la guerra.

"Cualquier hecatombe general siempre se reduce a un drama íntimo".
Manuel Vicent

El diccionario de la RAE define el destino, entre otras opciones, como meta o punto de llegada y como el encadenamiento de sucesos necesario para llegar a esa meta, como Hado y como fatalidad.
A su vez, ese hado y esa fatalidad descienden del Fatum latino, del verbo faor (hablar, decir) y así podemos entender la fatalidad como "lo dicho", en referencia a los hechos que estaban escritos (por el azar, la providencia, los dioses, el mundo...) y a los que estábamos abocados... porque lo que está escrito se transforma en inamovible por la magia de la grafía y la gracia de la fiabilidad de acertar contemplando la predicción a  toro pasado. Lo narrado tenía que pasar porque estaba escrito. Lo que se ha dicho se ha escrito porque ha pasado. Y nosotros nos lo creemos y vemos Destino en todas partes. Pensemos, si no, en esa gracieta del "Aquí estoy porque he venido" . Nuestro Destino era estar aquí y es por eso que irremediablemente hemos venido. ¿O nuestro Destino era venir y es por eso que  no hay más opción que estar aquí? Demasiada filosofía en una D mayúscula.
Porque, a ver, ¿no serán más interesantes  los destinos con minúsculas, esos destinos particulares ( a modo de partículas que conforman un cuerpo mayor o a modo de hechos individuales) punteados de estaciones y descansos en el camino hacia ese Destino revelador e inevitable? Estos son los pequeños capítulos de la fatalidad, son aquello que se "está diciendo", mientras se está diciendo, son los verbos transitivos, los adverbios de modo, las acciones que dotan de significado cualquier narración. Sin ellos, todas las historias se reducirían a la palabra "Fin". Precisamente, "Lo dicho" hasta ahora es cuanto se ha escrito hasta aquí. Las pequeñas frases, poco a poco, nos han ido conduciendo hasta un buen número de signos de puntuación. Aquí estamos. Hemos venido. ¿No es genial? Pues el punto final, la D mayúscula, ya llegará.

Y todo este rollo, os preguntaréis desde hace ya unas cuantas líneas, ¿a qué viene? ¿Es Gold Beach una novela filosófica sobre el destino del hombre? ¿Un drama de protagonistas dominados por el fatum trágico?¿Un nuevo Macbeth? Ni muchísimo menos. Pero su lectura desembocó en una serie de pensamientos sobre el destino, el Destino y los "caminos del señor" que aún me dura.
Gold Beach es una novela romántica canónica con un ligero trasfondo bélico y muchísimo trasfondo personal de la autora. Es una novela basada en hechos reales y, como todo el mundo sabe, la realidad supera a la ficción.
La realidad en que se enmarca Gold Beach tiene como telón de fondo la II Guerra Mundial aunque decide centrarse en uno de esos destinos en minúscula a pesar del tamaño de la tipografía bélica del momento. Los protagonistas de la novela se vinculan al Desembarco de Normandía por hechos y consecuencias particulares e íntimas y su ficción se desarrolla a partir de ahí hasta llegar a nuestros días.
Que nadie busque vívidas descripciones del Reino Unido del periodo porque, en realidad, todo eso importa poco cuando tu vida se desestabiliza desde otras direcciones muchísimo más sensibles y personales. La lucha por la supervivencia se peleó en muchos campos y el campo de lo material no siempre fue  el más importante de ellos. La pérdida o la aparición de los seres queridos  pueden transformar nuestro mundo tanto o más que un V2. Un malentendido puede cambiarnos para siempre y la obstinación y la bondad pueden entrelazarse de los modos más peregrinos. Un amor lejano puede germinar en un amor cercano y los acontecimientos desarrollados apenas una generación atrás pueden cambiar la topografía de nuestras vidas y nuestros corazones. Las decisiones tomadas a la ligera pueden ser tan trascendentes como las reflexiones más profundas. Y el egoísmo no siempre viene ligado a la frialdad de un corazón. A veces las cosas pasan por algo, por nada..o simplemente pasan. Y conducen a donde conducen. 
En Gold Beach hallará el lector tanto buena como mala suerte, coincidencias casi increíbles, familia, amigos y amor. Mucho amor. También argumentos para nutrir un buen rato de reflexión sobre las formas de hacer del destino, la fatalidad y la predestinación. Y unas horas de esa clase de lecturas destinadas a no poder dejarlas hasta haber leído un capítulo más.




Dejemos que la autora nos hable de sí misma y de su obra. Mª Isabel Montes en Convénzeme.

  

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